CAPITULO 1

1. PRINCIPIOS Y VALORES DE LA EDUCACIÓN ADVENTISTA
1.1 PRINCIPIOS

Principio del Amor. Este es el principio fundamental de una educación concebida como redentora. Implica el establecimiento de relaciones interpersonales profesor/alumno que sean gratificantes y placenteras, la creación de un clima organizacional y un ambiente escolar marcados por el aprecio, la aceptación y la confianza.

Principio de la Centralidad de las Sagradas Escrituras. Dios y su revelación escrita, la Biblia, son el centro de la educación. Esto significa que la visión bíblica del mundo y de la realidad constituyen la base del
proceso de enseñanza-aprendizaje y la pauta orientadora del trabajo docente. Significa también que cada una de las materias de estudio, las artes, las letras, las ciencias, la historia, etc., son enfocadas desde la
perspectiva bíblica. Significa, que el objetivo más importante es el conocer a Dios y a Cristo como Salvador personal de cada uno de los componentes de la comunidad educativa.

Principio de la Semejanza a Cristo. Uno de los grandes fines de la
educación adventista es desarrollar la semejanza al carácter de Cristo. En
consecuencia, el proceso formador otorga mayor importancia a la
obtención de un carácter como el de Cristo que al tratamiento de las
asignaturas, lo que hace que el ejemplo de los maestros, más que el
proceso de instrucción cobre vital importancia. De lo anterior se
desprende que resulta indispensable crear un ambiente propicio para
alcanzar dicho fin.
Principio del Desarrollo Armonioso. Concebimos la educación como un
proceso de desarrollo armonioso y equilibrado del ser humano en sus
aspectos físico, intelectual, social y espiritual. Esto significa que en el
proceso educativo no corresponde privilegiar ninguno de estos aspectos
en desmedro de otro(s), sino que todos ellos deben ser atendidos por
igual.
Principio del Continuo Aprendizaje. La filosofía educacional adventista
considera que el proceso educativo comienza desde el nacimiento mismo y
continúa de manera permanente e indefinida a lo largo de todo el período de
vida accesible al hombre.
Principio de la Cooperación. Maestros y estudiantes deben cooperar
mutuamente. La cooperación es el esquema básico de trabajo, superando los
criterios de competición. Cada estudiante debe recibir una educación que lo
capacite para el servicio mediante el ejercicio activo de todas sus facultades. Se
debe combinar el servicio con el entrenamiento.
Principio de la Racionalidad. La educación adventista aspira a desarrollar los
poderes de la mente y la capacidad de pensar y razonar. De ello se desprende
que debe llevarse a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje de alta calidad,
en que se estimulen la excelencia, el pensamiento reflexivo e independiente y la
consecución de metas altas, acordes con las capacidades personales.
Principio de la individualidad. En nuestro proceso formador se considera al
individuo como dotado de libre albedrío, capaz de tomar sus propias decisiones
y de responsabilizarse por las consecuencias que le acarrean. Por ello, se
fortalece el concepto de trabajo individual, se desestimula el espíritu de
competencia, privilegiándose en cambio, el sentido de interdependencia y
cooperación.
Principio de la Salud. La educación adventista favorece el desarrollo de un
cuerpo sano por medio del trabajo, fomenta el trabajo físico, el conocimiento
del cuerpo humano, de las leyes de la salud y la prevención de las
enfermedades mediante hábitos correctos de alimentación, horarios de trabajo
y descanso apropiado.
Principio del Servicio. La educación adventista procura adiestrar para el
servicio en favor de los demás. Se concede importancia a los deberes prácticos
de la vida, se estimula una actitud permanente de servicio al prójimo y se
incentiva la búsqueda de oportunidades de servir.
1.2. VALORES
Compromiso. Identificación con los principios y vida cristiana para compartir el
mensaje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Esperanza. Identidad con los principios y vida cristiana para compartir el
mensaje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Mirada constante
en la Segunda Venida de Cristo que nos conduce a compartirla para dar aliento,
fortaleza y valor en los desafíos temporales de esta vida.
Integridad. Manifestación y desarrollo de todas las dimensiones de la vida
espiritual, social, emotiva, física e intelectual, manteniendo el eje central que es
Jesús, de tal manera que la persona actúa y responde por sus acciones a
cabalidad.
Honestidad. Respeto a los derechos de las personas e instituciones.
Respeto. Manifestación de trato digno y humano a todas las personas por ser
hijos e hijas de Dios.
Humildad: La verdadera grandeza nos hace sencillos, pues nos permite
reconocer que toda gema del conocimiento y la sabiduría proceden de nuestro
Dios como fuente suprema.
Excelencia Académica. Nivel de calidad académica que repercute en el éxito de
la vida personal y profesional.

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